Františka Gilman nació en Praga en 1973. Asistió a la Academia de Bellas Artes de Praga, donde desarrolló una sensibilidad artística conceptual que toma prestados temas centrales de generaciones pasadas, como la pérdida, la retención, el espacio, la percepción y la Gestalt (introducida en la escultura en la década de 1960). Al contrario que en el caso de su marido, no se sabe mucho de la carrera profesional y la trayectoria de Františka Gilman.
Artísticamente, su trabajo conceptual es el resultado de una relación simbiótica con su esposo Tim Gilman, iniciada en 1998. En este contexto, resulta difícil separar una personalidad de la otra. Su corpus es multidisciplinar, pero algunos temas centrales recorren la plétora de medios que utilizan y los enfoques por los que optan. El borrado de la arquitectura es uno de ellos, y varias obras parecen cuestionar cómo se podría hacer desaparecer a la sociedad de masas construida para alcanzar un mayor equilibrio espacial entre presencia y ausencia. El concepto de espacios ocultos, como los que se sitúan detrás de una puerta, debajo de una escalera o como un recuerdo, también constituye un tema clave. La retención, la copia y, de nuevo, la supresión de información representan un enfoque constante respecto al contraste del potencial mecánico y humano. A través de la memoria, abordan el tema de la subjetividad, la individualidad y la intimidad, a menudo explorado en la obra de estos artistas a través de medios espaciales. El fragmento y el todo son motivos atemporales que encuentran una variación arquitectónica e hiperrealista en el conjunto de su obra.
