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Valerio ADAMI


(1935)

Valerio Adami nació en Bolonia en 1935. Se le considera, a menudo, el pintor italiano en quien se refleja una más clara y notoria influencia francesa. Recibió su formación inicial en el taller de Felice Carena. Poco después se trasladó a la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán, para estudiar pintura, sobre todo antigua y neoclásica. Tras graduarse, obtuvo un puesto en el estudio de Achille Funi, donde trabajó de 1951 a 1954. Allí dibujaba unas ocho horas al día y compartió sus primeras obras de inspiración expresionista con sus colegas y compañeros. Sin embargo, Adami no tardaría en dejar atrás esas influencias, para definir su propia y singular identidad visual. Su estilo se resume en formas coloreadas delineadas con gruesos contornos negros tratados como tintes planos y desprovistos de sombras. Su estilo, de influencia histórica surrealista, se asemeja también a las ilustraciones de cómics y tebeos, a las vidrieras de las iglesias y a las estampas japonesas, muy populares en los círculos artísticos desde su aparición, a finales del siglo XIX.

En 1955 Adami visitó París por primera vez, lo que marcó el inicio de su historia de amor con la capital francesa. Desde ese momento, su tiempo se repartirá entre Roma y la Ciudad de las Luces, donde el artista se codeará con la flor y nata de los intelectuales vanguardistas.

Durante los años setenta, Adami se convirtió en uno de los principales representantes de la nouvelle figuration gracias a su singular estilo pictórico, que no ha dejado de desarrollarse e intensificarse. Los colores saturados y abundantes no dejan espacio a lo dudoso ni a lo inacabado. Hay que mirar más allá del carácter figurativo de su obra para tratar de entender sus imágenes como reconfiguraciones perceptivas, y no como referencias visuales. Sus cuadros son declaraciones: acerca de la literatura, los viajes, la poesía y la música, pero sobre todo de la memoria personal y colectiva. Este rasgo explica sus retratos de personajes célebres (James Joyce, Freud, Walter Benjamin) y las representaciones de acontecimientos y paisajes históricos (la Revolución francesa).

Al sondear el inconsciente colectivo, Adami se convirtió en un tema interesante para destacados esteticistas, como Jacques Derrida, Gilles Deleuze o Jean-François Lyotard. Este último dividió la producción de Adami en capítulos cronológicos: los años sesenta; los años setenta y las repercusiones del consumismo en el cuerpo y la mente; los años ochenta y el renacimiento modernista; y los recuerdos del amor, la metamorfosis del deseo y los monumentos a la separación y la muerte.

La imponente calidad de su obra se celebró en numerosas ocasiones en todo el mundo, como, por ejemplo, su monumental retrospectiva en el Centro Pompidou en 1985 o en el Grand Palais en 2008, clara prueba de que París lo había adoptado, tanto como Adami había hecho suya la capital.

A finales de los años setenta se produjo un cambio notable hacia la realización de obras a gran escala, empezando por el First National City Bank de Madison, en Wisconsin (1973-1974). Le siguieron las obras en vidrio para Vitry-sur-Seine (1985); las obras para el Théâtre du Châtelet de París (1989); las pinturas monumentales en la Gare d’Austerlitz de París (1992); y las obras para el Park Hyatt Tower Hotel de Tokio (1993-1994).

Hacia el final de su carrera, Adami se centró en la creación de una fundación dedicada al dibujo en Meina (Italia).

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