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Helena ALMEIDA


(1934 - 2018)

Helena Almeida fue hija del aclamado escultor portugués Leopoldo de Almeida. Desde una temprana edad, trabajó junto a su padre en el estudio de este, desarrollando así su creatividad y su gusto. Posteriormente, pulió y perfeccionó estos instintos naturales en la Universidad de Lisboa, de la que se graduó en 1955. Partiendo de una exploración pictórica inicial, su práctica evolucionó hacia el descubrimiento del potencial expresivo de la fotografía en blanco y negro. En 1964, obtuvo una beca para viajar a París, donde continuó observando y aprendiendo acerca de corrientes materialistas y conceptuales emergentes.

Durante este período, su arte, al igual que el de Lucio Fontana, puso a prueba la naturaleza ilusoria del espacio pictórico. En un metadiscurso, Almeida subrayó la naturaleza material inherente al cuadro mediante el ataque al lienzo. Donde Fontana cortaba el lienzo, Almeida le permitía escaparse del marco para así revelarlo. Las estructuras perceptivas y materiales se deconstruyen, se subvierten, se reestructuran.

A partir de 1975, sus obras empezaron a combinar varios soportes de una manera particular. La pintura, la fotografía y la performance coexisten en propuestas interrelacionadas que cuestionan sus respectivos límites.

La década siguiente destacó por la omnipresencia artística del cuerpo y un mayor sentimiento de performatividad teatral. El arte de la puesta en escena y la ambición performativa se acentuaron con el paso de los años, llegando a su apogeo en torno al 2000 en una serie titulada Seduce, donde extremidades, más concretamente, manos y pies en contacto con el suelo, se sirven de las expectativas y del foco de atención y, por supuesto, seducen. Esta reorientación del lenguaje visual y la metodología es la responsable de que numerosos críticos la incluyan dentro del arte corporal. Pese a haberse convertido en sujeto de su propio arte, Almeida insistía en que sus creaciones no eran autorretratos. El cuerpo retratado no era el suyo, sino uno universal. Como ella misma sostenía, su arte era su cuerpo y su cuerpo era su arte. Simplemente, encontró una nueva forma de experimentar con la cuestión fundamental de su corpus: ¿Cómo puede convertirse un cuerpo y su movimiento en una obra de arte? Desde esta perspectiva, se puede apreciar cuán coherente y consistente era su producción.

En torno al 2007, junto a su marido, Arthur Rosa, comenzó a otorgar a su fotografía un toque escultural con el uso de enormes proporciones que jugaban con la distancia y la percepción, y que se podían apreciar o no a simple vista.

Con semejante trayectoria profesional, no es de extrañar que Almeida se haya convertido en una figura relevante dentro del mundo de la performance y del arte conceptual y corporal en Portugal, representando a su país y a su tradición en las principales exposiciones culturales del mundo, como la Bienal de Viena.

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