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James VELLA CLARK


(1975)

James Vella Clark nació en Malta en 1975. Actualmente, su nombre es sinónimo de representaciones paisajísticas del entorno de su isla.

Inspirado por figuras como Esprit Barthet, Pawl Carbonaro y Paul Klee (incluida la pasión de este último por la música, que Vella Clark también utiliza para inducir un estado de ánimo creativo, ya que la música es un elemento primordial de su producción), el artista ha procurado hacer suyo un cierto legado, labrando al mismo tiempo su propio camino estético. La tradición no es sino un punto de partida y la originalidad íntima es el viaje.

Como tema, el paisaje, bajo el pincel de Vella Clark, se ha ido diferenciando (casi se podría decir que se ha dividido) en dos categorías: la de las escenas representativas, y la de las escenas puramente abstractas. Estos subcorpus, a pesar de coexistir en el tiempo, son el resultado de una evolución y, como describe el propio artista, «mis obras abstractas evolucionaron a partir de mi transgresión de los límites compositivos en mis paisajes. Fue un proceso gradual que se desarrolló a lo largo de varios años. Y quizá por ello percibo mi arte como mi viaje personal». El paisaje es un relato, y el estilo es un lenguaje, un medio de narración.

Dos motivos recurrentes principales enlazan estas dos estéticas: la iglesia (como elemento arquitectónico urbano) y el árbol. La iglesia es protagonista de las historias de Vella Clark, como en su propia vida. Estos edificios vigilan en todo momento cada uno de sus movimientos, siempre dan forma a su horizonte, y recortan su silueta. Más que un elemento visual, la iglesia es también un símbolo del poder moral y el dominio que las creencias asociadas al edificio siguen ejerciendo en la vida cotidiana del artista.

El otro elemento básico de su obra es el árbol. Aquí de nuevo el motivo queda marcado por la evolución. En primer lugar, el ciprés posee una importancia simbólica fundamental. Presente en los cementerios, este árbol se utiliza como metáfora de la muerte y la mortalidad, temas que impregnan la obra y la vida de Vella Clark. Precisamente un cambio en la vida del artista dio lugar a la evolución de su obra. Su enfoque respecto al paisaje y la paleta de colores se transformó, volviéndose más brillante, vibrante e inspirador. En estos nuevos espacios pintados, el ciprés fue sustituido por la palmera, que resiste en las condiciones más duras. Vella Clark la utiliza como metáfora del espíritu humano en nuestro interior que persigue la supervivencia en las situaciones más duras de la vida. Esta personificación ha crecido hasta el punto de que los árboles se insertan en el lugar de los individuos en la vida del artista. Se trata de personajes en sí mismos, que actúan en una historia pintada.

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