Yannis Gaitis nació en Atenas en 1923. Interesado en el arte a muy temprana edad, Yannis asistió a la Escuela de Bellas Artes de Atenas entre 1942 y 1948, a pesar de los sacrificios familiares impuestos por el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Pese a sus precios exorbitantes en aquella época, a Gaitis nunca le faltaron pinturas ni pinceles. Desafortunadamente, el ambiente académico no era tan enriquecedor desde el punto de vista creativo como el joven pintor podría haber esperado. Sin embargo, este inconveniente no disuadió su pasión y, sencillamente, frecuentó estudios abiertos, donde pudo expresar de manera libre y despreocupada su creatividad.
Su primera exposición se organizó con gran secretismo y riesgo en 1944, en su residencia particular, lejos de la mirada de los ocupantes alemanes. Cobijados por la noche, Gaitis y sus camaradas comunistas cubrieron las fachadas de Atenas con propaganda antifascista. Por desgracia para ellos, a la liberación del opresor alemán pronto le seguirían las restricciones de la guerra civil griega. Como la mayoría de los intelectuales, el pintor se vio obligado a esconderse en silencio. Dejó de exponer, pero no dejó de pintar y explorar nuevas vías de expresión. La residencia de Gaitis se convirtió en un punto de encuentro clandestino de poetas, escritores, artistas y otros interesados para debatir sobre arte en sus formas más contemporáneas.
Consciente de los riesgos, Gaitis expuso sus nuevas obras en 1947, influenciado por movimientos de referencia del arte moderno del siglo XX, como el cubismo, el surrealismo y el dadaísmo. Los críticos no tardaron en denunciar su obra, obligando al pintor a seguir trabajando en secreto. Cuando el ejército lo abordó para reclutarlo, fingió problemas psiquiátricos para evitar el alistamiento. Sin embargo, sometido a una estrecha vigilancia, Gaitis se vio envuelto en un traicionero juego de intriga y misterio con las autoridades durante varios años.
La posguerra civil dio paso a una mentalidad abierta hacia los maestros modernos y sus seguidores. Figuras como Picasso, Braque y Chagal vieron sus obras expuestas en las instituciones griegas. Motivado e inspirado, Gaitis se unió al grupo Akrei, que adoptó radicalmente formas novedosas de expresión y rechazó la figuración. El lenguaje propio del grupo resultó, por desgracia, demasiado extremo para una Grecia frágil y aún en proceso de sanación.
Sin propuestas a la vista en Grecia, Gaitis y su esposa se trasladaron a París en 1954. El choque fue significativo, pero beneficioso. De hecho, admitió en la correspondencia con sus familiares que mientras que en Grecia estaba cincuenta años por delante, en París su arte se había quedado cincuenta años atrás. La vida en la capital francesa era frugal, pero productiva: Gaitis se dedicaba a poco más que a comer, dormir y pintar. Finalmente llegaron las oportunidades y expuso su obra en París, Reims, Londres, Alemania, Italia y Brasil. Se sumó a varios grupos y movimientos, procurando cada oportunidad para compartir su pasión y aprender de sus colegas.
En el decenio de 1960 se produjo una evolución inesperada. Gaitis, el abstraccionista radical, regresó a la figuración y asistió al nacimiento de su «personaje», que vendría a definir el resto de su corpus. El «antropakia», cuyo aspecto se pulió en la década de 1970, se convirtió en la clave para afianzar su reconocimiento internacional. Finalmente, más tarde que el resto del mundo, Grecia volvió a acoger a su hijo perdido desde hacía tiempo. Tras un periodo de idas y venidas entre Atenas y París, Gaitis se reinstaló en su ciudad natal en 1974. Tras obtener reconocimiento y celebridad, sus exposiciones crecieron exponencialmente en número e importancia en Grecia y en todo el mundo, incluidas Bruselas, Roma y Nueva York.
Como muestra agridulce de reconocimiento, la ciudad de Atenas dedicó una retrospectiva a la obra de Gaitis en 1984. A pesar de su mala salud —le apasionaba fumar tanto como el arte — se mantuvo vivo hasta la inauguración, para morir solo unos pocos días más tarde. Fue reconocido con un funeral nacional después de años marcados por una compleja relación con su país.
